En los primeros años
del siglo XIX Beethoven utilizó una plantilla orquestal similar a la del
Clasicismo pero introdujo algunos cambios relevantes que dieron como resultado
un tratamiento enérgico e impetuoso de la orquesta. Enriqueció la sección de
los aerófonos al introducir sistemáticamente trombones, contrafagot y flautín.
También amplió el número de trompas de dos a cuatro.
Por otro lado el
diseño instrumental durante las primeras décadas del siglo XIX mejoró
notablemente. El desarrollo de las trompas con válvulas y de las
trompetas con pistones, permitió a estos instrumentos tocar escalas
cromáticas completas y participar más activamente de la textura orquestal.
Además la inclusión de la tuba aseguró la presencia de un instrumento de metal
bajo en la orquesta.
Héctor Berlioz,
compositor francés que trabajó en la primera mitad del siglo XIX, también
enriqueció notablemente el papel de la orquesta así como su extensión.
Desde sus primeras obras hizo uso del contrafagot, del corno inglés, de 4
trompetas, de 3 o 4 timbales (por ejemplo en su Sinfonía fantástica),
del clarinete bajo, de 4 arpas e incluso del piano tocado a cuatro manos. Con
todo este colorido orquestal se lograban efectos hasta ahora desconocidos
en el arte de la orquestación (así lo explica Berlioz en su “Tratado de
instrumentación” de 1844).
Siguiendo los pasos
de Berlioz, Richard Wagner hace crecer el aparato orquestal, fundamentalmente
la familia de los metales (4 trompetas, 4 trombones, tubas, 8 trompas) y de las
percusiones. Richard Strauss y Gustav Mahler, compositores postrománticos,
continuarán los pasos de Wagner empleando una orquesta de plantilla
colosal. Mahler llegó a escribir La sinfonía de los mil (Octava
sinfonía) en la que además de dos coros mixtos, uno de voces infantiles y 8
solistas, se requiere una orquesta de 140 instrumentistas. El propio Mahler
tuvo que dirigir la interpretación con una batuta luminosa para ser visto desde
lejos.
Por
otra parte en el siglo XIX surge la figura del director tal y como lo
conocemos hoy en día . La costumbre de dirigir desde el teclado del continuo
(que ya desaparece a lo largo del siglo XVIII) o desde el atril del primer
violín deja de ser práctica. Surgen en este periodo grandes directores-compositores
como Berlioz, Mendelssohn o Wagner, pero a finales de siglo los
directores se especializarán únicamente en el arte de coordinar el instrumento
orquestal. De este modo se separan los oficios de director y compositor.
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