miércoles, 9 de mayo de 2012

5. La Orquesta Post-Romántica Y Principio Del Siglo XX


En los primeros años del siglo XIX Beethoven utilizó una plantilla orquestal similar a la del Clasicismo pero introdujo algunos cambios relevantes que dieron como resultado un tratamiento enérgico e impetuoso de la orquesta. Enriqueció la sección de los aerófonos al introducir sistemáticamente trombones, contrafagot y flautín. También amplió el número de trompas de dos a cuatro.
Por otro lado el diseño instrumental durante las primeras décadas del siglo XIX mejoró notablemente. El desarrollo de las trompas con válvulas y de las trompetas  con pistones, permitió a estos instrumentos tocar escalas cromáticas completas y participar más activamente de la textura orquestal. Además la inclusión de la tuba aseguró la presencia de un instrumento de metal bajo en la orquesta.
Héctor Berlioz, compositor francés que trabajó en la primera mitad del siglo XIX, también enriqueció   notablemente el papel de la orquesta así como su extensión. Desde sus primeras obras hizo uso del contrafagot, del corno inglés, de 4 trompetas, de 3 o 4 timbales (por ejemplo en su Sinfonía fantástica), del clarinete bajo, de 4 arpas e incluso del piano tocado a cuatro manos. Con todo este colorido orquestal  se lograban efectos hasta ahora desconocidos en el arte de la orquestación (así lo explica Berlioz en su “Tratado de instrumentación” de 1844).
Siguiendo los pasos de Berlioz, Richard Wagner hace crecer el aparato orquestal, fundamentalmente la familia de los metales (4 trompetas, 4 trombones, tubas, 8 trompas) y de las percusiones. Richard Strauss y Gustav Mahler, compositores postrománticos, continuarán los pasos de Wagner  empleando una orquesta de plantilla colosal. Mahler llegó a escribir La sinfonía de los mil (Octava sinfonía) en la que además de dos coros mixtos, uno de voces infantiles y 8 solistas, se requiere una orquesta de 140 instrumentistas. El propio Mahler tuvo que dirigir la interpretación con una batuta luminosa para ser visto desde lejos.
Por otra parte  en el siglo XIX surge la figura del director tal y como lo conocemos hoy en día . La costumbre de dirigir desde el teclado del continuo (que ya desaparece a lo largo del siglo XVIII) o desde el atril del primer violín  deja de ser práctica. Surgen en este periodo grandes directores-compositores como Berlioz, Mendelssohn o Wagner, pero a finales de siglo  los directores se especializarán únicamente en el arte de coordinar el instrumento orquestal. De este modo se separan los oficios de director y compositor.

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