El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en
Alemania
y en el Reino Unido a finales del siglo
XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo
de la Ilustración y el Clasicismo,
confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental
es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de
reglas estereotipadas.
Romanticismo fue un periodo que transcurrió, aproximadamente,
entre principios de los años
1820 y la primera década del siglo XX,
y suele englobar toda la música escrita de acuerdo a las normas y
formas de dicho período. El romanticismo musical es un período de la
música académica que fue precedido por el Clasicismo y continuado por el Modernismo.
El Romanticismo musical está relacionado con el Romanticismo,
la corriente de cambios en Literatura,
Bellas Artes y Filosofía,
aunque suele haber ligeras diferencias temporales, dado que el
Romanticismo en aquellas Artes y en la Filosofía se suele reconocer
entre los años 1780 y 1840.
El Romanticismo como movimiento global en las Artes y la Filosofía,
tiene como precepto que la verdad no podía ser deducida a partir de axiomas,
en el mundo había realidades inevitables que sólo se podía captar
mediante la emoción, el sentimiento y la intuición. La música del
Romanticismo intentaba expresar estas emociones.
El Werther supuso con su
aparición en 1774, todo un fenómeno de masas: influyó en el lenguaje, en
las pasiones y hasta en la moda de multitud de jóvenes. El poderoso
hálito romántico de la obra, su belleza formal y su expresión epistolar,
calaron hondamente en su época y quedaron para la posteridad como
muestra perfecta y conjunción feliz de vida y poesía.
RESUMEN DE LA TRAMA
La trama es muy sencilla: Werther, un joven apasionado y sentimental,
abandona su ciudad para retirarse a una aldea, donde vive tranquilo,
dedicado a la pintura y a la lectura. En un baile conoce a Lotte, que ya
está comprometida con Albert. Bailaron juntos la alemana y Werther se
enamora de ella perdidamente aún sabiendo que ella ya está prometida con
Albert, que se encuentra de viaje. Albert representa el orden, la
frialdad la clase social alta de la época. Aprovechando la ausencia de
éste, Werther visita con frecuencia a la joven. Cuando Albert vuelve,
traba amistad con Werther. Éste aún dudando de los sentimientos de
Werther, le permite continuar viendo a Lotte. El amor que siente Werther
va en aumento cada día que pasa, y se acrecienta mucho más aún cuando
adivina que Lotte, arrastrada por la fuerza de su pasión, se siente
atraída hacía él también. Werther decide que alguno de los tres ha de
morir, y ése será él. Va a visitar a Lotte el domingo antes de
Nochebuena. Lotte pide a Werther que le lea su traducción de Ossian
y se echan a llorar porqué veían su propio infortunio en el destino de
esos nobles héroes. Entonces es cuando Werther, desesperado, se atreve a
besar a Lotte y se despiden con un <<¡Adiós para
siempre!>>, Lotte intuía la idea de Werther. Werther, manda al
criado para pedir prestadas las pistolas de Albert para su viaje, que
Lotte le entrega temblando. Werther se suicida y es descubierto por su
criado, quien avisa al médico y a Albert. Al enterarse de la desgracia,
Lotte se desmaya. Expira a las doce del mediodía.
El ciclo sinfónico de Johannes Brahms (Hamurgo, 1833 – Viena, 1897)
es uno de los más interesantes y atractivos de la música sinfónica
centroeuropea del siglo XIX. En los comentarios sobre estas cuatro
sinfonías suele anotarse el hecho de que Brahms tuviera ciertas
reticencias a entrar en el mundo de la sinfonía después de lo que, a su
juicio, suponía la Novena de Beethoven. Se dice que en alguna
ocasión el compositor hamburgués expresó que Beethoven había culminado,
y cerrado, el camino de la forma sinfonía. Opinión contraria expresó
el director Hans von Büllov, cuando calificó a la Primera Sinfonía
de Brahms como la Décima, de Beethoven, estableciendo así la
continuidad y evolución del género.
Es cierto que la primera de las sinfonías brahmsianas llegó
cuando el compositor era ya un hombre maduro (tenía 43 años) y sobre
todo un músico ya hecho, pues en 1876 –año del estreno- Brahms había
dado a conocer obras de tanta entidad y significación como su Concierto
para piano nº 1, las Variaciones sobre un tema de Haydn, y
mas de 60 composiciones para piano, voces solistas o a coro y música
de cámara; pero las otras no tuvieron que esperar tanto tiempo. La Segunda
es de 1877, la Tercera de 1882 y la Cuarta de
1885.
En la Primera, en Do menor, Op. 68 trabajó Brahms,
con distinta intensidad, unos quince años; es, en consecuencia, una
obra muy detallada y meditada, influida por Beethoven, de un cierto
carácter solemne. La Segunda, en Re mayor, Op. 73. es la más
ligera de las cuatro, y se mueve entre el aire pastoril de su primer
tiempo, y el ímpetu del último, contrastando con ellos el carácter de
danza campesina del tercero. A la Tercera, en Fa mayor, Op. 90 podemos
asignarle un intenso carácter emocional, señalado por la tensión de su
último tiempo, con el que contrasta el que le precede, lírico y
elegante. La Cuarta, en Mi menor, Op. 98, es una obra
monumental en la que se destaca la arquitectura de su construcción,
elaborada y firme, sin adornos inútiles y cuyo emocionante final es uno
de los grandes movimientos de la forma sinfonía.
La Orquesta de Cadaqués nació en 1988 para ser el apoyo
instrumental básico del Festival que esa bella localidad gerundense
lleva celebrando hace más de 35 años. Se trata de una formación cuyo
número de instrumentistas se acerca al de las orquesta de que pudo
haber dispuesto Brahms para interpretar sus sinfonías. Con este punto
de partida, los responsables de la grabación, pretenden obtener el
equilibrio sonoro entre las distintas familias orquestales que habría
conocido el propio Brahms.
Se haya conseguido o no, lo cierto es que estamos ante la
primera grabación de este ciclo sinfónico realizada por una orquesta
española. Grabación, además, realizada en directo (eso figura en la
carpetilla del CD, aunque no hay el menor ruido habitual en este tipo
de grabaciones), lo que añade más mérito a la interpretación del
director italiano Ginandrea Noseda. En términos generales podemos
hablar de una buena versión, que destaca los numerosos planos sonoros
de la escritura de Brahms, los múltiples detalles de las intervenciones
de los solistas, y el gran conjunto arquitectónico de estas cuatro
sinfonías. Hay momentos de gran sonoridad, quizá algo excesivas en las
intervenciones de la percusión, pero es una lectura de primer nivel,
brillante, expuesta con autoridad, destacando el importantísimo
entramado contrapuntístico y armónico de estas grandes sinfonías.
Resoluciones dinámicas importantes, ritmo y vigor en los tempos, son
detalle que también deben destacarse.
Franz Schubert (1797–1828), compositor austriaco, gran
incomprendido en su tiempo, cuyos Lieder (canciones para voz solista y
piano basadas en poemas alemanes) están entre las obras maestras de este
género, y cuyos trabajos instrumentales son un puente entre el
clasicismo y el romanticismo del siglo XIX.
Nació en Lichtenthal, cerca de Viena, el 31 de enero de 1797. Hijo de
un párroco maestro de escuela, entró en el coro de niños de la Capilla
Imperial en 1808 y comenzó a estudiar en el Konvikt, una escuela para
cantantes de la corte, en cuya orquesta también tocaba el violín.
Escribió además obras para piano, música sinfónica, religiosa y
numerosas óperas. Murió el 29 de octubre de 1828 a los 31 años de edad.
Felix Mendelssohn (1809–1847), compositor
alemán, una de las principales figuras de comienzos del romanticismo
europeo del siglo XIX.
Nació el 3 de febrero de 1809 en Hamburgo y su verdadero nombre era
Jakob Ludwig Felix Mendelssohn-Bartholdy. Nieto del famoso filósofo
judío Moses Mendelssohn, adoptó su segundo apellido, Bartholdy, cuando
la familia recibió una herencia de un pariente con este apellido, aunque
normalmente se le conoce por su primer apellido. En su infancia toda la
familia se convirtió al protestantismo. Fue de genio precoz, de niño
conoció a Goethe y recibió una cuidada educación. A los 9 años
Mendelssohn debutó como pianista y a los 11 años interpretó su primera
composición. Compuso la obertura Sueño de una noche de verano cuando
tenía 17 años y la obra que contiene la famosa Marcha nupcial 17 años
después. Tuvo como profesores al compositor y pianista checo Ignaz
Moscheles y al compositor alemán Carl Friedrich Zelter. A Mendelssohn se le
atribuye el haber redescubierto la obra de Johann Sebastian Bach, al
estrenar en 1829 su Pasión según san Mateo.
Frédéric Chopin
Nació el 1 de marzo de 1810 en Zelazowa Wola, cerca de Varsovia. Hijo
de padre francés y madre polaca, comenzó a estudiar piano a los cuatro
años. Aprendió la técnica del instrumento prácticamente de forma
autodidacta, aunque más tarde estudió armonía y contrapunto en el
conservatorio de la capital polaca. También fue precoz como compositor:
su primera obra publicada data de 1817. Desde muy joven mantuvo estrecha
relación con las altas esferas sociales, ante quienes tocaba en sus
reuniones musicales. Tras graduarse con honores en el conservatorio, su
padre solicitó una beca del gobierno polaco para que pudiera ampliar su
formación en el extranjero, ayuda que le fue denegada. A los 20 años de
edad deja su Polonia natal en un viaje de estudios; nunca regresará. Se
establece en París, donde morirá el 17 de octubre de 1849, víctima de la
tuberculosis. Su obra se caracterizó por el intimismo, la delicadeza,
la facilidad melódica, y una revolucionaria técnica de ejecución. El
piano fue su instrumento por excelencia, y tuvo gran popularidad e
influencia en los compositores de su época.
Robert Schumann (1810–1856), compositor alemán del
Romanticismo. Desde niño, ya demostraba sus cualidades musicales, y su
padre lo apoyó durante su formación procurándole un profesor de piano.
La dedicación a su carrera musical se vio truncada por la muerte de su
padre, aunque posteriormente reemprendería sus estudios. Fue un
brillante compositor y crítico musical, lo que le permitió descubrir a
Johannes Brahms cuando era un joven de veinte años. En 1839, Robert se
casó con Clara Wieck, y tuvieron ocho hijos. Finalmente, durante sus
últimos años se acentuaron las depresiones, crisis, intentos de
suicidios y periodos de reclusión. Murió de tifus en un sanatorio.
Franz Liszt
Johannes Brahms
De origen alemán, es uno de los compositores más importantes del
siglo XIX, cuyas obras combinan lo mejor de los estilos clásico y
romántico. Brahms nació en Hamburgo el 7 de mayo de 1833. Después de
estudiar violín y violonchelo con su padre, contrabajista del teatro de
la ciudad, Brahms se especializó en el piano y comenzó a componer bajo
la tutela del maestro alemán Eduard Marxsen, cuyo conservador gusto
musical dejó una profunda huella en él. En 1853 inició una gira de
conciertos como acompañante del violinista húngaro Eduard Reményi.
Durante esta gira conoció al violinista, también húngaro, Joseph
Joachim, quién lo presentó al compositor alemán Robert Schumann.
Schumann se quedó tan sorprendido con las composiciones de Brahms, obras
aún no editadas, que escribió un apasionado artículo en una revista de
la época sobre el joven compositor. Brahms cobró un sincero afecto a
Schumann y su mujer, la famosa pianista Clara Josephine Schumann, y esta
amistad y el aliento que recibió de ellos le proporcionaron energías
para trabajar sin descanso. Muchos biógrafos han escrito sobre la
atracción que sentía Brahms por Clara, aunque nunca se la reveló
abiertamente, ni siquiera tras la muerte de Schumann en 1856, y jamás se
casó.
Nació el 29 de mayo de 1860 en Camprodón, Girona. Recibió de su hermana
las primeras lecciones
de piano. Su primer concierto público tuvo lugar cuando tan sólo tenía 4
años, mismo año en el
que fue presentado en el teatro Romea (Barcelona). A los ocho años se
traslada con su familia
a Madrid, asistiendo a las clases de Mendizábal en el Conservatorio. Se
fugó de su casa cuando
contaba 9 años y se embarcó en la fragata España con destino a Puerto Rico. Durante la travesía
entretuvo a los pasajeros tocando el piano para pagar el pasaje. En
Latinoamérica trabajó como
pianista en varios países: Argentina, Uruguay, Brasil, México y Cuba. En el otoño de 1873
regresa a Madrid. Entre 1875 y 1878 asistió al Conservatorio de Bruselas
y, poco tiempo después
se transladaria a Budapest, donde entabla amistas con el compositor y
pianista húngaro Franz
Liszt (1878) y el compositor nacionalista español Felipe Pedrell (1883).
En 1891 se instala en
Londres y en 1893 fija en París su casi habitual residencia; amigo de
D'Indy, Chauson, Fauré,
Dukas, Debussy y Ravel. Su obra maestra son las cuatro suites para piano
Iberia (1906-1908),
composición virtuosística y musicalmente compleja, compuesta en Niza
durante algo más de dos
años. También hay que destacar las piezas para piano Rapsodia española y
Suite española, las
óperas El Ópalo mágico (1893) y Pepita Jiménez (1896). Además fue autor
de zarzuela y de lieder.
Falleció el 18 de mayo de 1909 en Cambo-les-Bains (Francia).
MANUEL DE FALLA
Durante su estancia en París compuso sus obras más célebres: la pantomima
El amor brujo y el ballet El sombrero de tres picos (compuesto
para cumplimentar un encargo de los célebres Ballets
Rusos de Sergéi Diágilev), las Siete
canciones populares españolas para voz y piano, la Fantasía
Baética para piano y Noches en los jardines de
España, estrenada en el Teatro
Real en 1916.
Su estilo fue evolucionando a través de estas composiciones desde el nacionalismo folclorista
que revelan estas primeras partituras, inspiradas en temas, melodías,
ritmos y giros andaluces o castellanos, hasta un nacionalismo que
buscaba su inspiración en la tradición musical del Siglo
de Oro español y al que responden la ópera para marionetas
El retablo de Maese Pedro, una
de sus obras más alabadas, y el Concierto para clave y cinco
instrumentos. La madurez creativa de Falla comenzó con su regreso a España,
en el año 1914.
En las obras El retablo de Maese Pedro y el concierto para
clavecín y orquesta de cámara de 1926 se
percibe cómo la influencia de la música folclórica es menos visible que
una suerte de neoclasicismo al estilo de Ígor Stravinski. Mientras que en sus obras anteriores
Falla hacía gala de una extensa paleta sonora, heredada directamente de
la escuela francesa, en estas últimas composiciones, su estilo fue
haciéndose más austero y conciso, y de manera especial en el Concierto.
Los últimos veinte años de su vida, Manuel de Falla los pasó trabajando
en la que consideraba había de ser la obra de su vida: la cantata
escénica Atlántida, sobre un poema del poeta en lengua catalana Jacinto Verdaguer, que le había obsesionado desde su
infancia y en el cual veía reflejadas todas sus preocupaciones filosóficas,
religiosas
y humanísticas.
ENRIQUE GRANADOS
El estilo de Granados es una original mezcla que recoge la gran
tradición romántica de Schumann y Chopin y el impulso del nacionalismo
musical, tan pujante a finales del siglo XIX. En su música, Granados no
manifestó una especial atracción por lo catalán, sino más bien por los
períodos clásico y romántico de España, especialmente por lo madrileño.
El mundo de la tonadilla, el folclore urbano de Madrid y su admiración
por Goya inspiraron sus trabajos más destacados. Sus mejores obras se
encuentran posiblemente entre la producción pianística (Danzas
Españolas y Goyescas) y vocal (Tonadillas). Su obra
orquestal no ha dejado más que una impresión tibia. Sólo el Intermezzo
de la ópera Goyescas ha gozado del favor unánime del público,
aunque fue escrito en el último momento y con las consiguientes prisas y
por necesidades puramente escénicas, para salvar un tiempo muerto en el
cambio de decorados. La ópera Goyescas se resiente del obligado
molde que imponía la música ya escrita: el estatismo de la acción y la
pobreza del argumento, la artificialidad y retorcimiento del texto,
pasan factura a una obra que, por otra lado, cuenta con valores
musicales evidentes.
Durante sus años como virtuoso viajero, Liszt interpretó una gran
cantidad de conciertos en toda Europa,
pero su repertorio básico siempre se centró en sus propias
composiciones, paráfrasis y transcripciones. Al analizar los conciertos
alemanes de Liszt entre 1840 y 1845, se observa que las cinco piezas más
interpretadas fueron los Grand Galop Chromatique,
Der Erlkönig de Franz Schubert (la transcripción de Liszt), Réminiscences
de Don Juan, Réminiscences de Robert le Diable y Réminiscences
de Lucia de Lammermoor.
Entre las obras de otros compositores, se encuentran composiciones como
Invitación a la danza de Carl Maria von Weber, las Mazurcas de Frédéric Chopin, estudios de compositores como Ignaz Moscheles, Chopin y Ferdinand Hiller, pero también grandes obras de Beethoven,
Weber y Hummel y, de vez en cuando, incluso selecciones de obras de Bach, Händel y Domenico Scarlatti. La mayoría de los conciertos en esa época los compartió con otros
artistas y, como resultado, también solía estar acompañado por
cantantes, participaba en música de cámara o interpretaba obras con
una orquesta, además de su parte como solista. Las obras que interpretó
con mayor frecuencia fueron Konzertstück de Weber, el Concierto Emperador
y la Fantasía coral
de Beethoven y la revisión de su Hexameron para piano y
orquesta. Su repertorio de música de cámara incluía el Septeto de
Hummel, el Trío Archiduque y la Sonata Kreutzer de
Beethoven, y una gran selección de canciones de compositores como Gioachino Rossini, Gaetano Donizetti, Beethoven y, en especial, Schubert. En
algunos conciertos, Liszt no pudo encontrar músicos con los que
compartir el programa y, por tanto, fue uno de los primeros músicos en
dar recitales como solista de piano en el sentido moderno de la palabra.
El término fue acuñado por el editor Frederick Beale, quien lo sugirió
para el concierto de Liszt en el Hanover
Square Rooms de Londres el 9 de
junio de 1840,
a pesar de que Liszt había dado conciertos en solitario ya en marzo de 1839.
CHOPIN
Chopin y el piano
El piano alcanzó en el siglo
XIX su máxima popularidad. Había dejado
completamente de lado al clavicémbalo y se adecuó
perfectamente a la expresión individual del sentimiento, característica
del Romanticismo.
Los fabricantes perfeccionaban el instrumento mejorando su variedad de
matices, la pureza y riqueza del timbre y las posibilidades sonoras.
Ante la posibilidad de que Chopin fuera un autodidacta del piano, Alfred
Cortot afirmó que «nunca recibió lecciones de piano»
y varios estudios sobre el músico enfatizan lo mismo: «un pianista sin
maestros de piano».
Lo cierto es que Chopin sí recibió lecciones de piano pero de músicos
que no eran pianistas profesionales: Żywny era violinista y Elsner era compositor.
Ambos le dieron las herramientas básicas y supervisaron sus primeros
pasos, pero no encaminaron al joven hacia un método, escuela o estilo
particular. Probablemente recibió lecciones irregulares de Wilhelm Würfel;
si eso fuera cierto, éstas habrían sido las únicas clases de parte de
un verdadero pianista. En todo caso, el adolescente Chopin era
consciente de su personal estilo y de la necesidad de proseguir solo en
la búsqueda de una técnica y un sonido propios, sin seguir ni imitar a
nadie en particular. Rechazó asistir a las clases de piano cuando
ingresó en el Conservatorio de Varsovia en 1826 y,
después, al llegar a París en 1831, rechazó
cortésmente una invitación para recibir clases de piano por Kalkbrenner, uno de los pianistas más
notables y técnicos de su tiempo.
En los primeros años
del siglo XIX Beethoven utilizó una plantilla orquestal similar a la del
Clasicismo pero introdujo algunos cambios relevantes que dieron como resultado
un tratamiento enérgico e impetuoso de la orquesta. Enriqueció la sección de
los aerófonos al introducir sistemáticamente trombones, contrafagot y flautín.
También amplió el número de trompas de dos a cuatro.
Por otro lado el
diseño instrumental durante las primeras décadas del siglo XIX mejoró
notablemente. El desarrollo de las trompas con válvulas y de las
trompetas con pistones, permitió a estos instrumentos tocar escalas
cromáticas completas y participar más activamente de la textura orquestal.
Además la inclusión de la tuba aseguró la presencia de un instrumento de metal
bajo en la orquesta.
Héctor Berlioz,
compositor francés que trabajó en la primera mitad del siglo XIX, también
enriqueció notablemente el papel de la orquesta así como su extensión.
Desde sus primeras obras hizo uso del contrafagot, del corno inglés, de 4
trompetas, de 3 o 4 timbales (por ejemplo en su Sinfonía fantástica),
del clarinete bajo, de 4 arpas e incluso del piano tocado a cuatro manos. Con
todo este colorido orquestal se lograban efectos hasta ahora desconocidos
en el arte de la orquestación (así lo explica Berlioz en su “Tratado de
instrumentación” de 1844).
Siguiendo los pasos
de Berlioz, Richard Wagner hace crecer el aparato orquestal, fundamentalmente
la familia de los metales (4 trompetas, 4 trombones, tubas, 8 trompas) y de las
percusiones. Richard Strauss y Gustav Mahler, compositores postrománticos,
continuarán los pasos de Wagner empleando una orquesta de plantilla
colosal. Mahler llegó a escribir La sinfonía de los mil (Octava
sinfonía) en la que además de dos coros mixtos, uno de voces infantiles y 8
solistas, se requiere una orquesta de 140 instrumentistas. El propio Mahler
tuvo que dirigir la interpretación con una batuta luminosa para ser visto desde
lejos.
Por
otra parte en el siglo XIX surge la figura del director tal y como lo
conocemos hoy en día . La costumbre de dirigir desde el teclado del continuo
(que ya desaparece a lo largo del siglo XVIII) o desde el atril del primer
violín deja de ser práctica. Surgen en este periodo grandes directores-compositores
como Berlioz, Mendelssohn o Wagner, pero a finales de siglo los
directores se especializarán únicamente en el arte de coordinar el instrumento
orquestal. De este modo se separan los oficios de director y compositor.