Durante sus años como virtuoso viajero, Liszt interpretó una gran
cantidad de conciertos en toda Europa,
pero su repertorio básico siempre se centró en sus propias
composiciones, paráfrasis y transcripciones. Al analizar los conciertos
alemanes de Liszt entre 1840 y 1845, se observa que las cinco piezas más
interpretadas fueron los Grand Galop Chromatique,
Der Erlkönig de Franz Schubert (la transcripción de Liszt), Réminiscences
de Don Juan, Réminiscences de Robert le Diable y Réminiscences
de Lucia de Lammermoor.
Entre las obras de otros compositores, se encuentran composiciones como
Invitación a la danza de Carl Maria von Weber, las Mazurcas de Frédéric Chopin, estudios de compositores como Ignaz Moscheles, Chopin y Ferdinand Hiller, pero también grandes obras de Beethoven,
Weber y Hummel y, de vez en cuando, incluso selecciones de obras de Bach, Händel y Domenico Scarlatti. La mayoría de los conciertos en esa época los compartió con otros
artistas y, como resultado, también solía estar acompañado por
cantantes, participaba en música de cámara o interpretaba obras con
una orquesta, además de su parte como solista. Las obras que interpretó
con mayor frecuencia fueron Konzertstück de Weber, el Concierto Emperador
y la Fantasía coral
de Beethoven y la revisión de su Hexameron para piano y
orquesta. Su repertorio de música de cámara incluía el Septeto de
Hummel, el Trío Archiduque y la Sonata Kreutzer de
Beethoven, y una gran selección de canciones de compositores como Gioachino Rossini, Gaetano Donizetti, Beethoven y, en especial, Schubert. En
algunos conciertos, Liszt no pudo encontrar músicos con los que
compartir el programa y, por tanto, fue uno de los primeros músicos en
dar recitales como solista de piano en el sentido moderno de la palabra.
El término fue acuñado por el editor Frederick Beale, quien lo sugirió
para el concierto de Liszt en el Hanover
Square Rooms de Londres el 9 de
junio de 1840,
a pesar de que Liszt había dado conciertos en solitario ya en marzo de 1839.
CHOPIN
Chopin y el piano
El piano alcanzó en el siglo
XIX su máxima popularidad. Había dejado
completamente de lado al clavicémbalo y se adecuó
perfectamente a la expresión individual del sentimiento, característica
del Romanticismo.
Los fabricantes perfeccionaban el instrumento mejorando su variedad de
matices, la pureza y riqueza del timbre y las posibilidades sonoras.
Ante la posibilidad de que Chopin fuera un autodidacta del piano, Alfred
Cortot afirmó que «nunca recibió lecciones de piano»
y varios estudios sobre el músico enfatizan lo mismo: «un pianista sin
maestros de piano».
Lo cierto es que Chopin sí recibió lecciones de piano pero de músicos
que no eran pianistas profesionales: Żywny era violinista y Elsner era compositor.
Ambos le dieron las herramientas básicas y supervisaron sus primeros
pasos, pero no encaminaron al joven hacia un método, escuela o estilo
particular. Probablemente recibió lecciones irregulares de Wilhelm Würfel;
si eso fuera cierto, éstas habrían sido las únicas clases de parte de
un verdadero pianista. En todo caso, el adolescente Chopin era
consciente de su personal estilo y de la necesidad de proseguir solo en
la búsqueda de una técnica y un sonido propios, sin seguir ni imitar a
nadie en particular. Rechazó asistir a las clases de piano cuando
ingresó en el Conservatorio de Varsovia en 1826 y,
después, al llegar a París en 1831, rechazó
cortésmente una invitación para recibir clases de piano por Kalkbrenner, uno de los pianistas más
notables y técnicos de su tiempo.
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